Segundas oportunidades
Intentar describir lo que ha sido de mi vida en los últimos meses es algo complicado.
Lo único que se me viene a la mente es escribir sobre cómo aprendí a valorar eso que aún teniendo todo el dinero del mundo uno no puede comprar: la vida.
Cierro los ojos para recordar la escena donde veo todo en “cámara lenta”, donde lo único que escuchaba era todo haciéndose pedazos y donde por 4 o 5 veces vi el pavimento de cabeza antes de terminar fuera de la carretera.
Siempre que la gente escucha lo sucedido exclama lo mismo:
-No comprendo cómo sigues vivo.
Nunca respondo con seriedad; si supieran el pánico que recorre mi mente cada que me hacen recordar y contarlo. Solo me hago el fuerte y saco esa frase que siempre intento cambie el rumbo del tema “hierva mala nunca muere” acompañada de una risa fingida y cambio de tema.
Mi madre falleció hace 4 años, pero prometo (Lo siento, sé que se lee incongruente el prometer en vez de jurar, pero yo no juro) que ese día se encontraba ahí, a mi lado, diciéndome esa frase que hizo aferrarme a estar aún en este mundo:
-“Aún no…”
Cuatro años han pasado desde que mi madre falleció; aún duele recordarla, aún lloro por ella y aún me entristece su partida. Esa tristeza que siente uno al perder a alguien tan amado, era lo único que me preocupaba en esos momentos.
En cada vuelta recordaba a alguien, a mi padre, mi esposa, mis hermanas, a todos aquellos seres que tanto amo y que no me gustaría que pasasen por lo que yo paso al recordarla a ella.
Ver a mi madre ahí, fue la fuerza para que en cada vuelta, en cada golpe y en cada momento me repitiese una y otra vez “No te vayas a morir cabrón”.
A un mes de aquel accidente, mi vida ha cambiado muy poco en lo cotidiano, la vida fue gentil conmigo, pocas marcas en mi cuerpo y pocos golpes también; lo único que cambia es el valor que tú le des a esa segunda oportunidad que te dan para ver la vida de otra manera, apreciar más a las personas y las cosas que te rodean; plantearte nuevamente que quieres hacer en este mundo y aferrarte a las cosas buenas que tienes contigo.
Por lo pronto me tienen aquí porque “hierva mala nunca muere”…
Lo único que se me viene a la mente es escribir sobre cómo aprendí a valorar eso que aún teniendo todo el dinero del mundo uno no puede comprar: la vida.
Cierro los ojos para recordar la escena donde veo todo en “cámara lenta”, donde lo único que escuchaba era todo haciéndose pedazos y donde por 4 o 5 veces vi el pavimento de cabeza antes de terminar fuera de la carretera.
Siempre que la gente escucha lo sucedido exclama lo mismo:
-No comprendo cómo sigues vivo.
Nunca respondo con seriedad; si supieran el pánico que recorre mi mente cada que me hacen recordar y contarlo. Solo me hago el fuerte y saco esa frase que siempre intento cambie el rumbo del tema “hierva mala nunca muere” acompañada de una risa fingida y cambio de tema.
Mi madre falleció hace 4 años, pero prometo (Lo siento, sé que se lee incongruente el prometer en vez de jurar, pero yo no juro) que ese día se encontraba ahí, a mi lado, diciéndome esa frase que hizo aferrarme a estar aún en este mundo:
-“Aún no…”
Cuatro años han pasado desde que mi madre falleció; aún duele recordarla, aún lloro por ella y aún me entristece su partida. Esa tristeza que siente uno al perder a alguien tan amado, era lo único que me preocupaba en esos momentos.
En cada vuelta recordaba a alguien, a mi padre, mi esposa, mis hermanas, a todos aquellos seres que tanto amo y que no me gustaría que pasasen por lo que yo paso al recordarla a ella.
Ver a mi madre ahí, fue la fuerza para que en cada vuelta, en cada golpe y en cada momento me repitiese una y otra vez “No te vayas a morir cabrón”.
A un mes de aquel accidente, mi vida ha cambiado muy poco en lo cotidiano, la vida fue gentil conmigo, pocas marcas en mi cuerpo y pocos golpes también; lo único que cambia es el valor que tú le des a esa segunda oportunidad que te dan para ver la vida de otra manera, apreciar más a las personas y las cosas que te rodean; plantearte nuevamente que quieres hacer en este mundo y aferrarte a las cosas buenas que tienes contigo.
Por lo pronto me tienen aquí porque “hierva mala nunca muere”…